Expulsar la furia es liberar lo que nos está impidiendo amar de forma incondicional. La ira es en realidad, una emoción innecesaria que nos separa de los demás.
El enojo nos daña la personalidad. Cuando nuestras expectativas acerca de nosotros mismos y los demás agotan lo mejor de nosotros, cuando nosotros o los demás fracasan y no consiguen satisfacer estas expectativas o nuestras necesidades y deseos, nos dejamos llevar por la ira.
Las personas que han motivado este sentimiento de furia no se dan cuenta de ello. La mayoría de las veces nos hace más daño a nosotros que a ellos mismos. Recordemos que todos los seres se introducen en nuestras vidas como si fueran espejos que constituyen el reflejo directo de la causa y el efecto creado por nosotros mismos.
A través de las personas que implicamos en nuestras vidas, nuestros espejos, podemos descubrir los puntos débiles de nuestra persona.
Enfurecerse destruye en gran medida nuestra armonía interna. Sé consciente de las causas que te suscitan ira, es decir, ¿cuáles son tus expectativas o demandas? Siente plenamente la emoción y libérala. La ira es una reacción perturbadora y es mejor responder con amor.
Debemos evitar sintonizar con la ira que hay en el universo porque de lo contrario nuestra mente se vuelve perceptiva y sensible a las manifestaciones de enojo.
A muchas formas de ir dominando el enojo. Prueba, por ejemplo, concentrarte en tu respiración, cerrar los ojos y contar hasta diez antes de reaccionar.
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